A lo largo de la historia, el pueblo de Dios ha expresado su fe como una comunidad donde existe un vínculo común y una historia compartida. De hecho, esta comunidad en realidad se llama «familia» en el nuevo pacto que Jesús vino a traer: nosotros somos la familia de Dios, y nos pertenecemos y necesitamos los unos a los otros.

En 1 Corintios 12:14-20 Pablo pinta un cuadro bastante claro acerca de cómo debería verse la iglesia. Un grupo de individuos y familias trabajando juntos por un propósito en común: traer gloria a Dios. Cada uno de los que formamos parte de la comunidad de fe (pastores, líderes, padres, hijos) todos tenemos un rol que cumplir y este se trata de apoyar a otros y sus funciones en el cuerpo, a través de la cooperación, el compañerismo y la interdependencia.

Como pastores de jóvenes tenemos una gran tarea y también una gran responsabilidad. De alguna manera, somos un puente o ministerio de reconciliación entre la iglesia (que es la columna integradora del proyecto), los padres (y familiares en general) y los jóvenes. Desde esta perspectiva, no debemos pensar en los padres como el gran problema o el enemigo que tenemos para llevar a cabo nuestra tarea. Ellos no son nuestra competencia. Más bien, debemos pensar en cómo complementarnos e integrarnos en el proceso formativo espiritual de los jóvenes.

A lo largo de la historia, el pueblo de Dios ha expresado su fe como una comunidad donde existe un vínculo común y una historia compartida. De hecho, esta comunidad en realidad se llama «familia» en el nuevo pacto que Jesús vino a traer: nosotros somos la familia de Dios, y nos pertenecemos y necesitamos los unos a los otros. 

La influencia de los padres

Muchos papás piensan equivocadamente que los amigos u otras personas tienen más influencia en la vida de sus hijos que la que ellos tienen. Por el contrario, una gran mayoría de jóvenes piensan que sus principales héroes son alguno de sus padres. Los padres son la influencia primaria en las decisiones y elecciones de los jóvenes. Y la herramienta mas importante con la que cuentan para discipular a sus hijos es el ejemplo.

Según varios estudios que se han realizado en este último tiempo, las personas más influyentes en la vida de los adolescentes y jóvenes son las siguientes, en este orden:

-Padres

-Familiares cercanos

-Otros adultos que se interesan en ellos como pastores o maestros.

-Jóvenes de su misma edad

-Personas a través de los medios masivos de comunicación.

Los tres grupos de personas que mayor influencia ejercen sobre los jóvenes, están conformados por personas adultas. Esto nos muestra la importancia que tienen estos en el desarrollo del joven en su camino hacia la madurez.

Todos los jóvenes con los que tratamos permanentemente tienen una necesidad de encontrar modelos a quienes imitar y en donde puedan sentirse reflejados. Qué interesante es ver que generalmente esos modelos no son personalidades famosas de la farándula, sino simplemente hombres y mujeres que han estado con ellos en momentos específicos de sus vidas. Sabemos lo vital que es la influencia a largo plazo que se produce en ellos cuando se dan relaciones significativas y se modelan roles que son dignos de imitarse.

El Doctor Julián Melgosa de la Open University de Londres afirma: “Se dice, y con razón, que el joven cierra el oído al consejo y abre los ojos al ejemplo. Cuando lo que se sostiene de palabra no es confirmado con los hechos, es lógico que no sólo se ponga en duda la fidelidad a los principios de los mayores, sino que se cuestione incluso la validez de estos principios”.

También es cierto que como un proceso lógico de maduración, los jóvenes en un momento van tomando distancia de sus padres, tratando de desarrollar su propia identidad. Muchos comienzan a cuestionar los valores, creencias y la fe que han heredado de sus familias y se plantean si estos son los que los identificarán a ellos como individuos adultos. En este contexto, son sumamente valiosos aquellos adultos que serán los marcos de referencias y modelos. Personas que tengan bien integrada la fe en la vida cotidiana, que sean espiritualmente prácticos y que modelen una fe que funciona para la vida.

De padres conscientes a padres inversores

El hogar y no la iglesia debe ser la principal fuente de formación de la identidad espiritual de los jóvenes. La manera más efectiva de tener jóvenes más involucrados y serios acerca de su relación con Dios y con la comunidad de fe, es teniendo a papás más intencionales y serios en su relación con Dios y su comunidad de fe. Si deseamos tener hijos espiritualmente saludables, necesitamos animar y trabajar para tener padres espiritualmente saludables.

Por razones obvias, y para atender mejor las necesidades de los jóvenes, preferimos trabajar con ellos separándolos por grupos de edades, lo cual facilita la interacción y también nos ayuda a ser específicos y directos en el trabajo de discipulado. Sin embargo, algo clave en la formación de las nuevas generaciones es entender nuestro trabajo con ellos en un contexto intergeneracional en donde la familia se vea involucrada en el proceso como una parte fundamental. Los Padres tienen la responsabilidad del crecimiento espiritual de sus hijos y la iglesia debe trabajar junto a la familia para aportar a esta tarea.

Que si pensáramos el liderazgo juvenil como parte esencial de la pastoral familiar en “un esfuerzo por sincronizar el liderazgo de la iglesia y los padres en torno a un plan maestro para construir la fe y el carácter en sus hijos e hijas.”

Es interesante el planteo que hace Reggie Joiner en su libro titulado Think Orange. Uno de los temas destacados que explica es cómo nuestras expectativas sobre otros influencian sus comportamientos. Él escribe a los líderes lo siguiente: “tu percepción del potencial que los padres tienen de cambiar y de involucrarse en el proceso de la formación espiritual de sus hijos, puede dirigir el modo en que respondes ante ellos”.

Como podemos sincronizar el trabajo de la iglesia con el trabajo de los padres?

Muchas veces, como líderes de jóvenes, juzgamos a los padres en lugar de creer que ellos aman a sus hijos y quieren lo mejor para ellos. Reggie presenta una escala útil para describir los niveles de asociación entre los padres y los líderes:

-Los padres CONSCIENTES están preocupados sobre una situación particular o en desarrollo. Estos padres están fuera de la iglesia pero son abiertos a ella y les interesa convertirse en mejores padres.

-Los padres INVOLUCRADOS tienen una relación básica o inicial con la iglesia. Aunque solo se dediquen a llevar a sus hijos a la iglesia, estos padres están tomando pasos para influenciar espiritualmente a sus hijos.

-Los padres COMPROMETIDOS están decididos a trabajar conjuntamente con la iglesia. Están creciendo en su relación con Dios y asumen alguna responsabilidad del liderazgo espiritual de su hogar.

-Los padres INVERSORES proactivamente dedican de su tiempo y energía a colaborar con la iglesia. Ellos entienden la estrategia de tu ministerio y forman parte activa en el proceso de formación espiritual.

¿Qué pasaría si intentaras ayudar a los padres a moverse a un nivel más profundo en cuanto a su colaboración contigo?

De CONSCIENTES a INVOLUCRADOS… de INVOLUCRADOS  a COMPROMETIDOS… de COMPROMETIDOS a INVERSORES. Ese es quizás uno de los desafíos más grandes que tenemos por delante en el liderazgo de las nuevas generaciones, ayudar a que los padres de nuestros chicos, intencionalmente inviertan en la vida espiritual de ellos.

Mark DeVries escribe en su libro Ministerio de Jóvenes basado en la familia: “uno de los secretos de un ministerio duradero con adolescentes es encontrar formas de aportar seguridad a los núcleos familiares con el rico apoyo de la familia Cristiana de la iglesia en general; y lograr que estas dos familias formativas trabajen conjuntamente para guiar a los jóvenes hacia una madurez cristiana”.

Para los líderes de Jóvenes:

Debemos vernos como responsables de proveer recursos y propiciar un acercamiento continuo a las familias de nuestros jóvenes. Algunas ideas:

– Reunirnos con los padres y escucharlos.

– Orar por los padres y sus dificultades.

– Realizar reuniones con ellos esporádicamente durante el año.

– Elegir un lugar para reunirte con los padres y que provea la posibilidad de diálogo e interacción con ellos, preferentemente, no el auditorio de la iglesia.

– Explorar las necesidades que resaltan en las familias de nuestra comunidad.

– Organizar seminarios para padres que traten la problemática antes investigada.

– Traer a nuestros eventos especiales a gente con valores cristianos que sean expertas en las problemáticas que son de nuestro interés y del interés de los padres.

– Promover actividades en donde puedan participar los padres con los hijos en conjunto.

– Entrenar a los padres acerca de cómo estos pueden contarles la historia de Dios a sus hijos. (Deuteronomio 6:4-9)

– Coordinar con los pastores de nuestras comunidades series anuales de enseñanzas acerca de la familia y la relación entre padres e hijos.

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